Cuadros. Imágenes pintadas sobre lienzos de tela y papel cuyos simples y, al mismo tiempo, complejos trazos guardan un orden y armonía casi perfectos. En ocasiones, algunos representan la realidad; en otros, llana y aparentemente, dibujan los profundos desvaríos que cruzaban por la mente de su creador.
No obstante, cada cuadro es un misterio. Cada forma retratada oculta secretos. Secretos y Enigmas que sólo el propio pintor conocía.
¿Han oído hablar de la Mona Lisa? ¿Y de su misteriosa sonrisa?
Sí. Las imágenes son evanescentes, pueden perdurar hasta nuestros días envueltos en seda o tras una vitrina del cristal más puro, pero siguen sin ser reales. Únicamente sombras difusas, cuyos trazos pierden consistencia con el paso de los años mientras acumulan polvo y la gente pasa por su lado sin apenas percatarse de su significado.
Cuando vamos a un museo, realmente apenas nos detenemos a pensar… ¿Qué haría al artista pintar ésta obra? ¿Qué pretendía reflejar en ella?
Todas estas cuestiones se quedan en el aire, dado que son pocas personas las que se las plantean. Más la duda siempre permanece. Todas esas obras maestras, apenas unas líneas y colores sobre una superficie, tienen siempre un significado más profundo de lo que ninguno de nosotros podrá jamás llegar a imaginar.