lunes, 22 de noviembre de 2010

Cuadros

Cuadros. Imágenes pintadas sobre lienzos de tela y papel cuyos simples y, al mismo tiempo, complejos trazos guardan un orden y armonía casi perfectos. En ocasiones, algunos representan la realidad; en otros, llana y aparentemente, dibujan los profundos desvaríos que cruzaban por la mente de su creador.

No obstante, cada cuadro es un misterio. Cada forma retratada oculta secretos. Secretos y Enigmas que sólo el propio pintor conocía.

¿Han oído hablar de la Mona Lisa? ¿Y de su misteriosa sonrisa?

Sí. Las imágenes son evanescentes, pueden perdurar hasta nuestros días envueltos en seda o tras una vitrina del cristal más puro, pero siguen sin ser reales. Únicamente sombras difusas, cuyos trazos pierden consistencia con el paso de los años mientras acumulan polvo y la gente pasa por su lado sin apenas percatarse de su significado.

Cuando vamos a un museo, realmente apenas nos detenemos a pensar… ¿Qué haría al artista pintar ésta obra? ¿Qué pretendía reflejar en ella?

Todas estas cuestiones se quedan en el aire, dado que son pocas personas las que se las plantean. Más la duda siempre permanece. Todas esas obras maestras, apenas unas líneas y colores sobre una superficie, tienen siempre un significado más profundo de lo que ninguno de nosotros podrá jamás llegar a imaginar.

jueves, 14 de octubre de 2010

Mentira

Muchas veces me pregunto… ¿Por qué mentimos?

La respuesta parece simple pero no lo es para nada. La mentira es un asunto complejo. Todos tenemos claro, desde el momento en que nuestros labios se abren para contar una mentira, que tarde o temprano nos acabarán pillando. Aún así, la gente no deja de hacerlo. ¿Por qué nos sentimos obligados a esconder la verdad?

Unos mienten por su deseo de encajar, de sentirse parte de un conjunto al cual, por su parte, no le importa lo más mínimo ninguno de esos individuos.

Otros mienten por amor, porque temen perder a la persona amada, o temen sus represalias.

Otros mienten por vergüenza, por la propia terquedad a reconocer que todo ser humano comete errores.

Otros mienten por comodidad, porque resulta sencillo, en ocasiones mucho más que admitir la verdad.

Otros mienten por desprecio, por venganza hacia una persona, que en la mayoría de ocasiones no ha hecho nada para ganarse su enemistad.

Otros mienten por miedo, por instinto, porque sienten que es su única vía de escape antes que enfrentarse a la terrorífica verdad.

Mentir es adictivo. Cuando coges práctica, se hace tan fácil como respirar. Pero de lo que muchas veces no nos damos cuenta, es que cada mentira lleva a otra, y ésta a otra, y así sucesivamente… Pronto ya no tenemos una mentirijilla, sino una descomunal red de embustes, que se ciñe a nuestro alrededor como una jaula inmensa.

Somos presos de nuestras mentiras. Y más si éstas son conocidas por otra persona.

***

miércoles, 6 de octubre de 2010

Hola, soy yo… ¿Estás ahí?

Sentado junto al ordenador, cierro los ojos y pienso. Los abro y los vuelvo a cerrar. Y así hasta tres veces. No consigo focalizar bien mi mirada, así que la bajo al teclado y escribo sin realmente ver a través de mis pupilas:

Hoy ha sido un día muy extraño.

Me ha pasado algo que no sé explicar. Algo diferente a cualquier cosa que me haya podido pasar. Y ésto me ha hecho reflexionar. Reflexionar acerca de la vida, del ir y venir que supone, de la continua adaptación que estamos sufriendo, cada uno de nosotros y la sociedad en su conjunto. ¿A dónde va mi camino? ¿Qué sentido tiene recorrer una senda que nunca acaba hasta que te mueres? Me gustaría conocer la respuesta a éstas preguntas. Pero desearía más poder entenderla si la recibiese. Porque es posible que un día, aunque no lo sienta, aunque sea del todo incapaz de verla o de percibirla, ésta se materialice ante mis ojos. ¿Cómo saberlo? ¿Cómo distinguir una verdad de apenas un sueño?

En ocasiones me miro al espejo, y no reconozco a la persona que me devuelve la mirada desde el cristal. He cambiado, he evolucionado, como todos hemos hecho y seguiremos haciendo. No obstante, añoro partes de mí que he perdido por el camino. Pedazos de mí mismo que me hacían especial. Diferente a los demás. ¿Y qué soy ahora? Sólo una sombra de lo que fui. Sólo un difuso rostro más en la multitud. Alguien que no es capaz de destacar. Incapaz de llamar la atención de nadie.

Quiero llorar pero mis ojos están secos como el cálido desierto. Quiero enfadarme, pero no tengo motivos para ello. Lo único que me queda es ésta indiferencia que caracteriza a los miembros de nuestra sociedad. Indiferencia que cada vez cobra más fuerza, se extiende como una plaga, contagiando a todo el mundo sin perdonar a nadie. Y ¿acaso alguien quiere salvarse?

Todos actuamos, somos muñecos, títeres. Personajes fabulosos que sonríen y son felices durante la función; pero que se quiebran como juguetes rotos una vez que se apagan los focos. Somos presos de nuestros sueños, esclavos de nuestros deseos. ¿De qué sirve vivir si es a éste precio?

Dedicado para ti, espero que me cuentes la verdad. De veras necesito conocerla.

Hola, soy yo… ¿Estás ahí?

sábado, 17 de julio de 2010

Poema

Escucho las voces a mi alrededor

Difuminadas entre las brumas,

Hasta mí llega su profundo rencor.

Zarandean furiosos sus plumas,

Los negros cuervos de la desesperación,

Hasta mí llegan sus amarguras.

Ecos sombríos de una traición.

sábado, 3 de abril de 2010

Alma Ardiendo

Siento un extraño éxtasis. Mis palabras no bastan para describir lo que en estos momentos forma parte de mí. Mi corazón palpita a ritmo vertiginoso, bombeando adrenalina a través de todos mis vasos; mis miembros, adormecidos, parecen atesorar fuerzas para lo que se avecina.

Y esto, ¿qué es?

¿Alguna vez habéis sentido que estáis perdiendo algo mientras tu aliento se vuelve cada vez más agitado y mientras vuestras palabras mueren ocultas tras vuestros labios?

Algo así me sucede. No sé por qué, ignoro totalmente la causa, pero siento que a cada instante transcurrido se me escapan los hálitos de vida. Mi mente se sume en la inconsciencia y es mi cuerpo quién va tomando el control. Cada vez me quedan menos ganas de luchar, y de resistirme a que sea él quien tome las decisiones.

Mi alma está en llamas y nadie parece preocuparse. Por contra, del ambiente soplan fuertes vientos de secano que avivan aún más el fuego y esparcen la negra humareda. Mi propio espíritu se carboniza ante mis ojos y yo prefiero apartar la vista antes que seguir defendiéndolo.

Así pues, se puede ver claro. Ya no sé quién soy. Mis pensamientos se difunden y mi yo interno parece estar cada vez más muerto. Ya no existo. Ya no soy una persona real. Sólo soy lo que otros quieren que sea.